un sueño, un recuerdo...




Un día, cuando tenía dos años, estaba jugando en un jardín, arrancó un puñado de flores y corrió hasta su madre con ellas. La niña debía estar encantadora porque la señora Darling se llevó la mano al corazón y exclamó:
-¡Oh, porqué no podrás quedarte así para siempre!
No hablaron más del asunto, pero desde entonces Wendy supo que tenía que crecer. Siempre se sabe eso a partir de los dos años. Los dos años marcan el principio del fin.

Muchos años más tarde, la niñera de Jane tenía la tarde libre, como todas las semanas. Entonces le tocaba a Wendy acostar a su hija.
Ése era el momento de contar cuentos. Jane se había inventado un juego que consistía en levantar la sábana por encima de su cabeza y la de su madre formando así una especie de tienda de campaña y susurrar en la sobrecogedora oscuridad:
-¿Qué vemos ahora?
-Me parece que esta noche no veo nada –dice Wendy.
-Sí, sí que lo ves –responde Jane-, ves cuando eras una niña.
-De eso hace ya mucho, mi vida –dice Wendy-, ¡Ay, cómo vuela el tiempo!
-¿Vuela –pregunta con astucia la niña-, como tú volabas cuando eras pequeña?
-¡Como yo volaba! ¿Sabes Jane? A veces me pregunto si realmente volaba.
-Sí, sí que volabas, con Peter.
-¡Qué días aquellos cuando podía volar!
-¿Porqué ya no puedes volar, mamá?
-Porque he crecido, cariño. Cuando la gente crece se olvida de cómo se hace.
-¿Porqué se olvidan de cómo se hace?
-Porque ya no son alegres ni inocentes ni insensibles. Sólo los que son alegres, inocentes e insensibles pueden volar.

*  *  *
   
No estoy muy seguro de si son espejismos o alucinaciones propias de la crisis de los 40  pero, a veces ..., en ciertos momentos ..., siento que aún puedo volar.

*

César también lo sentía, lo sé. Él mismo me confesó que podía volar una semana antes de hacerlo para no volver.

-Sé que te gustaba comprobar que aún sabías volar, Ces, ... y disfrutabas haciéndolo. Pero también sé que, después de todo, te gustaba despedirte de Peter y regresar cada día a casa con los tuyos.

Peter anda diciendo que cualquier día podremos encontrarte por ahí volando, y que nos contarás jocosamente cómo has vivido eso de morirte. Sé que no es verdad, pero ya sabes cómo es Peter, ... continúa tratándonos como a niños. En cierto modo, sospecho que sea ésta la razón por la cual aún no hemos olvidado del todo cómo volar. 

Sea como fuere, ...estés donde estés, ...confío en que sigas volando de alguna manera, amigo.  Yo trataré de no olvidar nunca cómo hacerlo. Tu recuerdo me ayudará, seguro!

Y, para los que creen que lo han olvidado, les recordaré que el único secreto está en soñar. Nunca ha dejado de ser así, aunque los años y la rutina nos hagan perder la costumbre de hacerlo. Soñar, soñar tan a menudo, tan fuerte y tan despierto como uno pueda. Soñar hasta comprobar que aún puedes volar.

César soñó con una familia, soñó con dos hijos y una buena mujer que le adoraba. César soñó con amigos, con tocar la guitarra. Soñó con las olas y el mar, ... con correr maratones, con recorrer a pie los Alpes... César soñó y soñó, ... y voló, y voló, ... y probablemente aún continúe volando.

Por mi parte, mi último gran sueño fue el de conocer otros países, otras culturas. Recorrer el mundo en moto emulando a Ewan MacGregor en “The Long Way Round” o a Ted Simon en sus “Viajes de Júpiter” a lomos de una Triumph; ... o –¿por qué no?- siguiendo los pasos de Charly, un anónimo madrileño que dio la “Vuelta al mundo en moto sin Ewan MacGregor” (www.sinewan.com).

...demasiado utópico e incompatible con otros sueños -ya lo sé-, pero una pequeña partícula de todo aquello acabó germinando entre la cordillera del Atlas y el desierto del Sahara, en Marruecos. Después, Juanjo, mi 50% en esta aventura, se convirtió en el mejor fertilizante para que ese fruto madurara, ...la “Ruta de las 1000 Kasbahs” a ritmo de pedal: Ciudades imperiales, pueblos bereberes, aldeas en el desierto...


... y lo soñé, ... y Juanjo lo soñó, ...y entre los dos lo soñamos tan fuerte que ya estamos volando.